¿Cuál es mi Propósito?

¿Cuál es mi Propósito?

Muy en lo profundo de nuestras almas hay un impulso de querer pertenecer, de tener un lugar y un propósito en la vida. Pero ¿cuál es ese propósito?

Soy el dueño de mi destino: Soy el capitán de mi alma.“Invictus,” William Ernest Henley

Ya seamos ricos o pobres, africanos o europeos, hindúes o musulmanes, todos llevamos algo dentro de nosotros que anhela un valor y significado en la vida.  Muy en lo profundo del alma del hombre hay un sentido de propósito. Sin importar cómo fuimos criados o el sistema de creencia que tengamos, parecemos incapaces de deshacernos de ese sentimiento profundo de que estamos aquí por una "razón."

Sí, buscamos esa alma gemela y una carrera importante—y en ocasiones tenemos la gran suerte de encontrarlas. Aún así, la pregunta molesta persiste: ¿Me estaré perdiendo de algo? ¿Será esto todo lo que hay, o habré sido destinado para algo más? Desafortunadamente, la naturaleza exacta de ese tan ansiado “algo más” sigue eludiéndonos.

Cuando Henley escribió su poema «Invictus» (anteriormente citado), estaba recuperándose de la dolorosa amputación de una pierna en una enfermería inglesa. Como lo muestra la película Invictus del año 2009,las palabras de Henley inspiraron a Nelson Mandela, lo ayudaron a aguantar veintisiete años de  encarcelamiento injusto. Pasó a ser luego el primer presidente post-apartheid de Sudáfrica.

Algunas personas han interpretado el poema de Henley como que cada ser humano determina su propio propósito en la vida. Uno podría pensar: «Si yo soy ‘el dueño de mi destino… el capitán de mi alma’, entonces la vida es simplemente lo que sea que yo haga con ella. Ni más ni menos».

Además, el poema de Henley está de hecho ofreciendo una respuesta a una pregunta diferente aunque igualmente profunda: ¿Cómo puedo aguantar las épocas dolorosas y oscuras de la vida? Para Henley, Mandela y otros, todo se devuelve a la pregunta del propósito.

Fines Principales y Propósitos Finales

Aristóteles, el padre de la lógica, hizo la distinción famosa entre cuatros tipos de causas: material, formal, eficiente y final.1

Por ejemplo, la pregunta: "¿Cuál es la causa del David de Miguel Ángel?" podría ser contestada de cuatro maneras distintas. Primero, la estatua está hecha de mármol (esto fue lo que  Aristóteles llamó su causa material).2 Segundo, tiene la forma bípeda de un hombre (esta es la causa formal).3 Tercero, la esculpió Miguel Ángel (su causa eficiente).4 Cuarto, glorifica a ambos, el hombre y a su creador (su causa final).5

Hoy en día inclusive la gente de fe tiende a evitar lo que Aristóteles llamó las causas finales—el por qué. En nuestra era moderna y científica, las preguntas sobre el propósito se ven reducidas a argumentos concretos de causa y efecto: si hago ejercicio y como saludable, estaré sano; si trabajo duro, tendré dinero; si creo en mí mismo, tendré éxito. Mientras que estas causas eficientes son buenas y conducen a la felicidad, no abordan la causa final (o propósito) de la vida humana.

Durante los últimos dos mil años, muchas religiones cristianas han construido catecismos—manuales de preguntas y respuestas para enseñar a sus miembros las doctrinas básicas de su fe.

En uno de los más catecismos más conocidos de todos estos, el Catecismo Menor de Westminster, el primer punto hace una pregunta simple pero profunda: "¿Cuál es el fin principal del hombre?" ¿La respuesta? "El fin principal del hombre es glorificar a Dios y disfrutar de él para siempre."6

Mientras que a la mayoría de nosotros nos gusta vernos como individuos autónomos, agentes libres que tenemos el derecho de definirnos a nosotros mismos, el Catecismo Menor de Westminster sugiere que nuestro propósito final no es el de buscar nuestra propia gloria, sino la del Creador. Sugiere además que como ese es nuestro propósito final (o fin principal), alcanzaremos la verdadera felicidad solo si buscamos satisfacer ese propósito.

"Por el Cual" vs. "Para el Cual"

Científicos modernos se esfuerzan para determinar el proceso por el cual la raza humana fue creada. Lo que ellos descubren resulta en una lectura interesante, pero sin respuesta preguntas más profundas sobre valor y significado. Hasta que los seres humanos no determinen el propósito para el cual  fueron creados, ignorarán a fondo quiénes son y por qué están aquí, en este planeta.

Si la gente no conoce el propósito para el cual se le dio un cuerpo—de hecho, si no creen que su cuerpo tiene un propósito—entonces no tendrán problema en abusar de su cuerpo con drogas, comiendo en exceso o siendo promiscuos. Estas adicciones son lamentables, no porque son divertidas, sino porque violan el propósito mismo para el cual se nos dieron estos cuerpos.

Aunque muchos hoy en día sientan que basta con saber la causa eficiente de la raza humana (cómo fuimos creados), yo sugeriría que conocer nuestra causa final no es solo teórica pero prácticamente necesaria si hemos de llevar una vida feliz y con sentido. Cuando la gente ignora el propósito final para el cual una cosa fue creada, es justamente cuando dañan esa cosa.

Si se le entregara a alguien un valioso violín Stradivarius pero no se le dijera que el propósito del mismo es producir música hermosa, puede que esa persona tome el violín y lo use como martillo. Si a la misma persona se le diera un billete de 1,000 dólares pero no se le informara de su valor monetario, no tendría reparo en usarlo para prender fuego.

Credos y Propósitos

Hoy en día, muchos piensan que sólo pueden ser "especiales" o "yo mismos" al despojarse de credos y catecisimos que los encasillan en categorías preexistentes. De hecho, los gobiernos y líderes tiranos a lo largo de la historia han usado credos para robarle la individualidad a la gente y aplastarla dentro un molde único.

Pero, ¿qué pasa si los credos y catecismos tuvieran un valor positivo y afirmaran el valor de la vida? ¿Y si son de verdad salvaguardias del valor humano y la dignidad, garantizando de que cada individuo posee un valor intrínseco y un propósito final que transciende los límites estrechos del tiempo y el espacio?

¿Qué sucede si somos seres creados especialmente con el propósito (y recompensa) de glorificar a Dios y disfrutar de él por siempre? ¿No será que somos de verdad instrumentos creados por Dios a través y de los cuales el Creador anhela tocar música gozosa, que afirma la vida y que sometiera a la vergüenza a un violín Stradivarius?

Es una idea digna de ser explorada.