El Secreto de la Felicidad

El Secreto de la Felicidad

Todos quieren saber el secreto de la felicidad. ¿Cómo podemos encontrar la alegría perdurable?

No es lo mucho que tenemos, sino lo mucho que disfrutamos, lo que hace la felicidad.Charles Spurgeon

Algunos prueban riquezas. Otros, la fama. Sin embargo, si eso no funciona para ti, siempre habrá relaciones, carreras, ejercicios, ocuapciones—y, por supuesto, drogas y alcohol.

Cuando se trata de encontrar la felicidad, no hay escacez de opciones para probar. La naturaleza comercial y materialista de la sociedad de hoy—evidente en todo desde los anuncios hasta las transacciones de compras diarias, hasta una bandada de productos y tiendas dedicados al estado físico y a la salud—es suficiente evidencia de nuestra demanda por algo que nos satisfaga y nos haga felices.

Y las compañías que venden dichos productos no tienen problema alguno cuando prometen que su producto hará eso justamente: “Toma esta píldora de dieta, pierde el peso y te sentirás muy bien!” “Usa este perfume—¡y serás irresistible!” “¡Visita este spa! ¡Observa cómo se derrite tu estrés mientras te relajas y encuentras tu centro!”

Sin embargo, muy pocas personas aparentan estar verdaderamente felices. A menudo, los directores de las compañías y los atletas mejor pagados salen en las noticias debido a defraudación de fondos, multas por manejar bajo los efectos del alcohol, hasta por violar sexualmente a alguien y por matar a alguien—un resultado que muchos atribuyen a la constante persecución del poder, el dinero o la fama. Un vistazo de Hollywood revela lo mismo a un nivel todavía más impactante. Oímos de actores cuya vida personal es un desastre, a pesar de los ingresos multimillonarios y del reconocimiento mundial del que gozan. Hasta los que buscan la felicidad por medio del arte a veces aparentan no encontrarla, truncando su notable talento innato con timidez, falta de satisfacción y desesperación.

Tal descontento casi siempre resulta en la adicción, el maltrato y hasta en el suicidio.

La Necesidad de 'Más'

¿Por qué aerá que la persecución de lo mundano no proporciona la felicidad duradera que buscamos? Quizá parte de la explicación se encuentra en la manera de pensar de los seres humanos. Desde la infancia, los humanos demuestran el dicho que conocemos muy bien: más nunca es suficiente.

Por ejemplo, a mi hijo de dos años de edad le encanta jugar con camiones. Tiene el cuarto lleno de camiones, desde el Tonka más grande hasta el Matchbox más chiquito. Sin embargo, cuando mi hijo mayor entra a la habitación con un carrito de juguete de un color diferente, mi hijo menor cae preso y hace un berrinche. ¿Por qué? Ya tiene suficientes cosas para jugar con ellas, incluso los juguetes más queridos por él. Sin embargo, también quiere lo que tiene su hermano. A la tierna edad de dos años, existe el deseo de tener más. 

Eso aplica a cosas menos tangibles también. Miren el caso de la cafeína. La primera vez que una persona se toma una taza de café, experimenta un placentero estímulo de cafeína, una agudización de los sentidos, un aceleramiento del pulso que le permite funcionar a un comprobado nivel productivo mayor. Al pasar el tiempo, sin embargo, esa única taza de café ya no proporciona el mismo estímulo. Dentro de poco, tomará una taza y media para poder lograr el efecto deseado. Y después, dos tazas. Más luego, una taza de expreso. Y así sucesivamente.

Aún para mantener ese sentimiento inicial—el primero que sentimos de esa única taza de café—una persona tiene que tomar más y más según pasa el tiempo. Lo mismo se puede decir que pasa con muchas otras cosas—con la nicotina, el alcohol, hasta con el ejercicio.

Insatisfechos

Pienso que casi todos nosotros podríamos estar de acuerdo con que nunca estaremos completamente satisfechos—la búsqueda de la felicidad nunca llegará a un fin—por los medios puramente materialistas. Claro, una compra o una pastilla nos puede hacer felices durante un tiempo dado, pero esa felicidad no es duradera. Siempre habrá algo que nos falte según seguimos en la búsqueda de “juguetes” más grandes y mejores en un esfuerzo de fabricar un sentido de propósito, seguridad, bienestar y felicidad. En palabras sencillas, el mundo no es suficiente.

Entonces, ¿dónde deja esto a la humanidad? Siempre frustrada, siempre decepcionada, siempre infeliz. Pero, hay una solución a este círculo vicioso.

Si uno puede ver más allá de lo mundano—más allá de los comerciales interminables y del bombardeo de mercadeo que promete satisfacción real con solo una compra más—la satisfacción y la alegría se pueden lograr.

Verdadera Alegría

Se encuentra en Jesucristo, el hijo de Dios, esa felicidad verdadera, felicidad que trasciende la definición de este mundo. La vida perfecta de Jesús, la muerte sufrida en la cruz y su resurrección brindan verdadera esperanza—tanto para esta vida como para la venidera.

El perdón que Él da a nuestros errores y nuestras transgresiones nos ofrece una profunda y duradera paz, satisfacción y felicidad. Cuando descansamos en la seguridad que nos ofrece Jesús, en vez de enfocarnos en cuánto podemos acumular para nosotros mismos, nos podemos enfocar en cuánto podemos amar, dar y cuidar a nuestro prójimo. En Cristo, la sociedad encuentra un antídoto para su insatisfacción enfermiza.

El apóstol Pablo, uno de los primeros cristianos quien escribió varios libros del Nuevo Testamento, dice en una carta que escribió a una iglesia en la ciudad de Corinto: “Así que no nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno.”1

En una carta a otra iglesia, Pablo sigue enfatizando la satisfacción que se puede encontrar en Jesús—una satisfacción que supera las circunstancias mundanas: “No digo esto porque esté necesitado, pues he aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”2

La felicidad duradera que buscamos sencillamente no se puede encontrar en cosas mundanas: otro dólar, otra botella, otro bocado. Para encontrar la paz y la satisfacción eterna, debemos buscar más allá de nosotros mismos.