Imagina que no hubiera Religión

Imagina que no hubiera Religión

¿Sería el mundo un mejor lugar si no hubiera religión?

Dios no es bueno: Alegato contra la religión. El título lo dice todo. La religión no es algo que el autor Christopher Hitchens considera meramente inútil, desagradable o fuera de lugar dentro de su propia vida. Más bien, la religión “…lo emponzoña todo… una amenaza para la civilización… una amenaza para la supervivencia del ser humano”.1

Sam Harris está de acuerdo. En su obra del 2004: El fin de la fe: Religión, terror y el futuro de la razón, Harris compara la religión con la práctica medieval de la alquimia. Sugiere: “La religión basada en la fe debería seguir ese mismo camino a la obsolescencia.”2

Estos no son argumentos nuevos. Hace cien años, Sigmund Freud describió la religión como “una neurosis obsesiva universal”.3 Él pensaba que los humanos crearon la religión como un mecanismo de defensa a partir de sus miedos y deseos no realizados.4 Sin embargo, la ciencia, argüía, ha demostrado que la creencia religiosa es una ilusión que debe ser rechazada para que la civilización humana pueda progresar.5  

¿Están correctos estos críticos modernos? ¿Es la religión no solo un delirio patético sino un perjuicio para toda la humanidad? Echemos a un lado el asunto de si algunas creencias religiosas particulares son verdaderas objetivamente y dediquémonos a estudiar esta inquietud en concreto: ¿Sería el mundo un mejor sitio donde vivir sin la religión?

La Religión y el Terrorismo

Por un lado, no es posible contestar esta pregunta. ¿Cómo debe uno calcular los costos y beneficios de la religión a lo largo de la trayectoria de la historia de la humanidad?

Sin embargo, no se puede negar que hay muchos sucesos trágicos en la historia en las que la religión ha representado un papel importante. Más obviamente, se puede pensar en violencia, guerras, cruzadas y terrorismo ocurridos en el nombre del extremismo religioso.

¿Y es la religión la causa principal de todos estos sucesos? ¿Hasta qué punto otros motivos—como la avaricia, la política, la supervivencia, el deber, la sed de sangre o hasta el nacionalismo—tienen un papel más prominente?6

Pensemos en la actividad terrorista reciente. Muchos suicidas que estallan bombas reclaman tener una afiliación con grupos religiosos. Naturalmente, los críticos como Hitchens y Harris usan estos incidentes como Exhibit A para ilustrar los resultados violentos de algunas creencias religiosas genuinas. No obstante, ¿qué pasaría si la religión no fuera la motivación primaria de estos sucesos?  

Mia Bloom, experta en terrorismo, afirma que la humillación, el deseo de fama a partir del martirio y la resistencia política a las autoridades gobernantes son los motivos primordiales del terrorismo suicida en Palestina y Sri Lanka (que representan la mayoría de los atentados en años recientes).7 Más aún, Robert Pape, otro experto en terrorismo, estudió cada uno de los atentados de terrorismo suicida desde el 1980 al 2004 y concluyó que 95 por ciento de todos los responsables eran motivados no por razones de religión, sino por fines claramente estratégicos y políticos para terminar con la amenaza de ocupación extranjera. “En ausencia de la meta de obligar a las democracias modernas a que retiren las fuerzas militares del territorio que los terroristas consideran como su patria o la cual ellos estiman mucho”, Pape escribe, “el terrorismo suicida casi nunca sucede.”8 Para ser honestos con estos datos—si esta violencia es frecuentemente causada por factores no religiosos—entonces la religión ya no sería el chivo expiatorio por defecto.

Las Buenas Obras de la Religión

Por otra parte, ¿cómo puedes explicar todas las buenas obras de la religión?

Fueron monjes y líderes cristianos quienes elevaron las tasas de alfabetización y preservaron tantos escritos antiguos durante la Edad Media.9 La religión fue la que inspiró la arquitectura más importante del Imperio Bizantino y las más celebradas obras de arte del Renacimiento. Las convicciones religiosas fueran las que motivaron a innovadores científicos como Galileo, Isaac Newton y Blaise Pascal. Y cristianos como William Wilberforce, Frederick Douglass, Martin Luther King Jr. y Nelson Mandela los que dirigieron los más importantes movimientos del Occidente en contra de la esclavitud y el racismo.

Los anteriores son solo unos cuantos ejemplos, pero ciertamente sugieren que no podemos sencillamente rechazar la religión si hay esperanza de aportar a un mundo mejor. De hecho, se puede justificar un caso sólido en sentido contrario.

¿Qué es la Religión?

Un problema fundamental que debemos enfrentar es la tarea difícil de definir la religión. Desafortunadamente, Hitchens decidió no definir la religión—aunque este libro es acerca de la religión. Lo mismo se puede decir de Sam Harris. Como resultado, ellos pueden escoger y decidir qué puede o no puede haber sido motivado por la religión (y lo que se puede condenar).

Es fácil considerar los sistemas de fe como el cristianismo, el Islam, el judaísmo y el Hinduismo como religiones, ¿pero qué tal de otras ideologías?

William Cavanaugh, experto en religión, escribe que “según una encuesta de literatura de estudios religiosos, los tótems, la brujería, los derechos humanos, el marxismo, el liberalismo, las ceremonias del té japonesas, el nacionalismo, los deportes, la ideología del mercado libre y un montón de instituciones y prácticas son tratados bajo la rúbrica de la religión”.10 Los expertos estudian cada una de estas categorías porque funcionan como religiones, con tal de encender pasiones, evocar compromisos, unificar grupos de personas, deificar conceptos abstractos y legitimar creencias y acciones.

Si este es el caso, ¿no deberíamos también cuestionar su existencia cuando conducen a resultados dañinos en la sociedad? ¿Por qué Hitchens y Harris no piden un final a los deportes y a los juegos de vídeo?

Cavanaugh sostienen que separar las ideologías “seculares” de las “religiosas” resulta en que las seculares—como el patriotismo, el capitalismo de mercado libre y la religión civil americana—sean considerados como racionales, sin valor y superiores a la religión tradicional y sus tendencias irracionales. Esta es construcción moderna; “no hay esencia de religión transhistórica ni transcultural”.11

Esto no quiere decir que el término “religión” sea inútil. Sin embargo, esto significa que otras ideologías que con frecuencia se etiquetan como seculares o que sencillamente no se categorizan como religiosas deben recibir el mismo escrutinio que la religión. Puesto de otra manera, quizás nos debemos preguntar: ¿No estaría este mundo en mejor estado sin el patriotismo? ¿Sin capitalismo? ¿Sin marxismo? ¿Sin liberalismo? ¿Sin cualquier “ismo”, realmente?

La Religión y las Drogas

Otra restante analogía puede ser útil. A la larga, la cuestión de los costos y beneficios de la religión es igual que preguntarnos: “¿No estaría mejor el mundo sin drogas?” Pudiera ser. Podemos conjurar imágenes de todos los efectos destructivos de las drogas como cocaína, heroína y hasta el alcohol. ¿Pero qué tal de las drogas que millones de nosotros tomamos cada día para mitigar el dolor, prevenir enfermedades como la malaria y tratar condiciones como la diabetes, el VIH y el cáncer? Piensa en un mundo sin medicamentos. Es difícil imaginarlo.

Incluso en una cultura donde se abusa de las sustancias químicas, todos reconocemos su valor extraordinario. De la misma manera, aunque a veces se abusa de la religion, es difícil imaginar un mundo sin sus contribuciones.

  1. Christopher Hitchens, Dios no es bueno: Alegato contra la religión. (Barcelona: Random House Mondadori, S.A., 2008), 39.
  2. Sam Harris, El fin de la fe: Religión, terror y el futuro de la razón (Madrid: Paradigma, 2007), 14.
  3. Sigmund Freud, “Obsessive Actions and Religious Practices” en Freud and Freudians on Religion: A Reader, ed. Donald Capps, (New Haven: Yale University Press, 2001), 24.
  4. Sigmund Freud, The Future of An Illusion, traducción de W. D. Robson-Scott (Garden City, NY: Doubleday & Co., 1957).
  5. Ibid., 66–69.
  6. Ver, por ejemplo, las siguientes obras acerca de la complejidad de las motivaciones detrás de las Cruzadas: Christopher Catherwood, Making War in the Name of God (New York: Citadel Press, 2007) y Jonathan Riley-Smith, The Crusades: A History, 2da ed., (New Haven, CT: Yale University Press, 2005).
  7. Mia Bloom, Dying to Kill: The Allure of Suicide Terror (New York: Columbia University Press, 2005), 35–37, 63–64.
  8. Robert A. Pape, Dying to Win: The Strategic Logic of Suicide Terrorism (New York: Random House, 2005), 260.
  9. Por ejemplo, ver Thomas Cahill, How the Irish Saved Civilization: The Untold Story of Ireland’s Heroic Role From the Fall of Rome to the Rise of Medieval Europe (New York: Anchor, 1995).
  10. William T. Cavanaugh, The Myth of Religious Violence: Secular Ideology and the Roots of Modern Conflict (New York: Oxford University Press, 2009), 22.
  11. Ibid., 3.
  12. Crédito de Foto: bezikus / Shutterstock.com.