¿Deberían los Cristianos preocuparse por el Medio Ambiente?

¿Deberían los Cristianos preocuparse por el Medio Ambiente?

Si Dios creó el mundo, ¿necesitan los cristianos preocuparse por el medio ambiente?

En 1967, Lynn Townsend White, un profesor de historia en la Universidad de California en Los Ángeles, publicó un artículo titulado “Las Raíces Históricas de nuestra Crisis Ecológica.” White señaló que por la edad media, el cristianismo había comenzado a enseñar una separación radical de los seres humanos y el mundo natural.

No mucho tiempo después de la publicación de White, Wendell Berry, un ambientalista, agricultor y escritor cristiano examinó cuestiones similares. También rastreó actitudes ambientales contemporáneas hacia el cristianismo medieval pero centrado en la enseñanza del contemptus mundi (desprecio por el mundo). Esta enseñanza devaluó las preocupaciones terrenales y la vida en este mundo a favor de la concentración en el mundo por venir después del retorno de Jesús.1

La enseñanza cristiana medieval puso poco o casi nada de valor en esta tierra en comparación con la eternidad. Esta idea dio lugar a la actitud de que la creación fue proporcionada para ningún otro motivo que para servir a las necesidades humanas. Desde esta perspectiva, la tierra es simplemente un medio para un fin. El mundo está aquí para sostenernos, no al revés; es una calle de un sólo sentido.

Si adelantamos los tiempos modernos, podemos ver que “nuestra ciencia y tecnología han evolucionado a partir de las actitudes cristianas hacia la relación del hombre con la naturaleza.”2 Debido a que esas “actitudes cristianas” no enseñaron que los seres humanos necesitan cuidar de la tierra, el camino se pavimentó para que la ciencia y la tecnología se convirtieran en fuerzas destructivas para el medio ambiente.

¿Acaso esta actitud es parte de la enseñanza bíblica, o las Escrituras han sido tergiversadas o malinterpretadas?

¿Importa el cuidado de la Creación?

Algunos cristianos sostienen creencias —que parecen estar arraigadas en las Escrituras— que contribuyen a la actitud indiferente o explotación de la tierra. Una de esas creencias se basa en la promesa de Dios para nuestro futuro.

Los cristianos se aferran a la promesa de Dios de una tierra nueva.3 En el libro del Apocalipsis, la consumación del plan de Dios para la humanidad es descrito como un nuevo cielo y una nueva tierra. De hecho, Pablo, uno de los escritores del Nuevo Testamento, declara:

La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto.4

¿Por qué está “gimiendo” la tierra? Cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios en el jardín de Edén, la tierra cargó con parte de las consecuencias del pecado humano. “¡Maldita será la tierra por tu culpa!”, le dijo Dios a Adán.5 Desde el principio, los seres humanos han traído desastres a la tierra.

Algunos creen que debido a esto, y a la promesa de “un cielo nuevo y una tierra nueva,” la presente creación es para ser destruida para dar paso a lo nuevo6  Esto parece justificar un enfoque utilitario de la Tierra y sus recursos. ¿Por qué preocuparse por los suministros de energía, de aire, agua o suelo? Dios debe haber provisto lo suficiente para que durara hasta que Jesús regrese.

Por supuesto, este proceso de pensamiento supone que 1) la tierra está para ser explotada con fines humanos, 2) los planes de Dios para el futuro de la tierra la hacen prescindible, y 3) los seres humanos no tienen ninguna responsabilidad para el cuidado de la creación. Sin embargo, ignora el hecho de que Dios —no los seres humanos— determinan cuánto tiempo sobrevivirá la tierra. Los seres humanos tienen la responsabilidad de vivir en ella sustentablemente mientras estemos aquí, ya que no sabemos cuándo vendrá el fin.  

Además, el hecho de que la tierra misma sea parte de lo que Dios quiere para redimir a través de Cristo parece subrayar la importancia de la creación de la tierra —y que la destrucción no es parte del plan. De hecho, el cristianismo bíblico aparece para pedir el cuidado de la creación, no su explotación.

Creación en el Génesis

Aunque Berry está de acuerdo en que algunas doctrinas de la iglesia medieval contribuyeron a la destrucción del medio ambiente a medida que la civilización se desarrollaba, igualmente está convencido que estas prácticas no derivan de la enseñanza bíblica.7 Desde el principio, la Biblia responsabiliza a los seres humanos del cuidado de la creación en la que viven.

La enseñanza bíblica con respecto a los seres humanos y la creación comienza con la simple afirmación de que somos parte de la tierra creada y no [estamos] separados de ella. En el relato del Génesis, los seres humanos fueron creados en el sexto día, junto con todo lo demás que vive en la tierra.8

El hombre —llamado Adán, que significa “humanidad”— está formado “del polvo de la tierra.”9 El hombre está hecho de la tierra. En hebreo, “tierra” es adamah. Esto significa que Dios literalmente formó a Adán de la adamah. Incluso en el nombre, humanidad y la tierra están conectados.

Sin embargo, en algún momento de la historia occidental, comenzamos a pensar en nosotros mismos como separados de la creación, que cada vez se conoce más como “la naturaleza.” Hemos dejado de vernos a nosotros mismos como parte del mundo natural. Tal vez como resultado de nuestra separación de Dios en el jardín, nos encontramos cada vez más separados de su creación, también.

Representantes de Dios en la Creación

De acuerdo con la Biblia, “Dios creó al ser humano a su imagen.”10 Durante siglos, los teólogos y estudiosos han ponderado la profundidad de lo que significa esa frase —“a su imagen.”

En su contexto, la expresión implica algún tipo de papel representativo para los seres humanos en el planeta. De alguna manera se espera que nosotros representemos a Dios para el resto de Su mundo; después de todo, cada uno somos una imagen de Dios en esta tierra.

En Génesis 1:28, a Adán y Eva se les dice que se “sometan” y “dominen” la tierra, como los que llevan la imagen de Dios. En Génesis 2:15 aprendemos que la responsabilidad de un hombre es “trabajar [en el jardín] y cuidar de él.” Pero el sometimiento humano y su gobierno sobre la tierra es igual a ser representantes de Dios, de la misma manera en que Dios —el Dios que declaró a su creación como “muy buena”— lo hubiera hecho11

Entonces, ¿cuál es la relación de Dios con su creación? ¿Qué es lo que debemos representar? ¿Qué tipo de imagen debemos reflejar?

No sólo Dios creó al mundo, pero también proporciona y se preocupa por el mundo a través de la narración bíblica. Los Salmos narran cómo Dios “se compadece de toda su creación.”12 Frecuentemente, Jesús se refiere a la atención detallada de Dios por la creación mientras alimenta a los gorriones y arropa los lirios en el campo.13

Por lo tanto, los que han sido elegidos para representar a Dios en su creación, ¿cómo deberían relacionarse con ella?

Mayordomos de la Creación

La mejor ilustración de cómo deberíamos relacionamos con la tierra es el concepto de un mayordomo, que aparece en toda la Biblia. Un mayordomo es una persona que administra, protege y es responsable de la propiedad de otra persona.

Salmo 24:1 declara, “Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella.” Ese versículo deja bastante claro que toda la creación le pertenece a Dios. Esto significa que los seres humanos en última instancia, no son dueños de la tierra. Como tal, no es nuestra para maltratarla. El privilegio de vivir aquí es un regalo, dado gentilmente por un Dios amoroso. Pero somos los encargados de este lugar. Somos responsables ante el Dueño sobre cómo nos preocupamos por ella.

Esto se hace evidente en las leyes dadas al antiguo Israel cuando entraron en la tierra prometida. La tierra fue explícitamente descrita como “dada” a ellos por Dios.14 Fue un regalo. No la ganaron como recompensa o la merecieron de alguna manera. No la crearon por su cuenta. Dios se las dio a ellos, con directrices para su cuidado. Los israelitas recibieron instrucciones detalladas sobre cómo atender la tierra. Por ejemplo, los campos fueron para descansar por un año cada siete años con el fin de darle a la tierra “un año de reposo en honor al Señor.”15

Además, se le dijo a Israel que su relación con la tierra sería totalmente dependiente de su fidelidad a Dios. Su infidelidad o desobediencia traería plagas y sequías y la tierra sufriría.16 Sin embargo, Dios les dijo que sanaría la tierra “si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta.”17

Una vez más, podemos ver la interrelación de la humanidad, la creación y el Creador.

Cómo cuidar la Creación

Aunque la responsabilidad puede ser dirigida al cristianismo por complicidad en maltrato humano de la creación, dicha conducta no se origina de las enseñanzas de la Biblia. El uso humano apropiado de la creación requiere de una postura de humildad, gratitud, afecto y corresponsabilidad —no de destrucción y explotación.

El cuidado de la creación puede expresarse de varias maneras prácticas. Simplemente prestando atención al consumo propio, a los residuos, al estilo de vida y ayudar a cuidar la tierra. Podemos elegir alimentos producidos localmente, comprar artículos que inflijan el menor de los daños en la tierra en su producción. Podemos reciclar. Podemos usar residuos como abono; podemos usar agua responsablemente; podemos recoger la basura y deshacernos de ella de manera apropiada.

Existe una gran variedad de formas para cuidar de la tierra. Como mayordomos de la creación de Dios, cuidar de la tierra es nuestra responsabilidad y privilegio.

  1. Wendell Berry, “The Gift of Good Land,” en The Art of the Commonplace: The Agrarian Essays of Wendell Berry (Emeryville, CA: Shoemaker & Hoard, 2002), 294.
  2. Lynn White, Jr., “The Historical Roots of Our Ecologic Crisis,” Science 155, no. 3767 (10 de marzo de 1967): 1206.
  3. La Santa Biblia, Romanos 8:19–22.
  4. Ibid., Génesis 3:17.
  5. Ibid., Isaías 65:17.
  6. Berry, 294.
  7. Véase La Santa Biblia, Génesis 1:24–31.
  8. La Santa Biblia, Génesis 2:7.
  9. Ibid., Génesis 1:27.
  10. Ibid., Génesis 1:27.
  11. Ibid., Génesis 1:31.
  12. Ibid., Salmos 145:9.
  13. Véase La Santa Biblia, Mateo 6:25–30.
  14. La Santa Biblia, Deuteronomio 8:10.
  15. Ibid., Levítico 25:4.
  16. Ibid., 2 Crónicas 7:13.
  17. Ibid., 2 Crónicas 7:14.
  18. Crédito de Foto: Cara Slifka / Stocksy.com.